
Remilgos color de rosa y unos labios con carmín. Desistió el vestido de cubrir con su insuficiencia los desbordes que ella ofrecía sin recatos. Se movía como pez en el agua por las reuniones de más alto standing y por los más bajos fondos. Había aprendido a decir sí, y eso la ayudaba bastante. Era, aunque no lo parecía, la esposa de un juez.