
Miró a aquel ser con una mezcla de asco y terror primitivo. Sus ojos bulbosos y rebosantes de líquido se clavaban en él con una furia ancestral, su piel, de aspecto cartilaginoso y semisólida era repugnante y repulsiva, y su figura era una burla en sí misma. Sin embargo, el mayor horror de todos se encontraba en sus labios, la palabra.
La palabra es la mejor arma y mayor miedo.
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